Fundador de Victoria

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Comandante Bernardo Muñoz Vargas

miércoles, 15 de junio de 2011

ARAUCANÍA. SOBRE LA GUERRA DE FRONTERA Y EL MUNDO MILITAR


El ámbito en que le correspondió vivir y batirse a Bernardo Muñoz Vargas, durante el último cuarto del siglo XIX, fue el postrer lampo de un mundo indígena orgulloso, feroz e inconquistado, que venía luchando contra el blanco desde 1553. Lo hacía por su libertad, su tierra y la conservación de sus costumbres y modo de vida.

Los historiadores modernos están contestes en contabilizar diez grandes alzamientos mapuches durante el período que se ha convenido en denominar como “Guerra de Arauco”.
Lo hacen partiendo por la gesta memorable encabezada por Lautaro en 1553, y continuada por Caupolicán hasta 1557. Aquel alzamiento inicial en la “Conquista”, que nos relata en las vibrantes octavas reales de su “Araucana” el bardo Ercilla y Zúñiga.
Y culminan con los sucesos de 1881-83, que implicó la casi aniquilación de un pueblo, inhibiendo toda resistencia posterior.

Por mi parte, sin pretender sentar cátedra alguna, estimo en doce tales alzamientos trascendentes o señeros. Y descontando los ya citados primero y último de los citados episodios, los identifico así :

* La “ 2a Gran Rebelión” de 1561-65, con el liderato de Petegüelén, Loble, Millalelmo e Illangüelén.

* El alzamiento de 1569-75, con la actuación del mismo Millalelmo, unido a Longonabal y Pailacal.

* El largo período bélico 1578-98, protagonizado por el mestizo Alonso y otros toquis.

* Al que sigue sin pausa el exitoso alzamiento iniciado en 1598 por Pelantaru, que costó la vida al gobernador Oñiz de Loyola y obligó a la creación de un ejército permanente, el llamado primer “Ejército de Chile”. Distintos toquis que sucedieron a Pelantaru lograron prolongar esa guerra hasta 1617.

* Apenas trascurridos un par de años, registramos el encumbramiento y notable desempeño de los toquis Lientur, Butapichón y Quempuante, durante el sangriento período definido como “alzamientos de 1619-1640“.

* Y poco después, las letales correrías del Mestizo Alejo, a partir de 1659. Todo el sur de Chile quedó en llamas entonces, devastado, y la propia capital se vio amagada.

* Enseguida la rebelión llamada “de Misqui” en 1663.

* Vilumilla, a su turno, lideró la guerra de liberación en 1723-1726, a lo que siguieron los llamados “conatos” de 1759-1766.

* La rebelión de 1769 comandada por Taipilabquén y Cariñancu marcó el rumbo hacia un fin de siglo XVIII agitado y sangriento.

* La gran rebelión Huilliche de 1792 fue la antesala y dio paso, pocos años mas tarde, a la actuación del pueblo mapuche - mayoritariamente pro realista - en nuestra guerra de Independencia, culminando en 1818-1823 con la “Guerra Muerte“, en que las lanzas de sus mocetones tuvieran preponderante actuación.

Todo lo recordado conforma un período extenso y confuso, porque entre los citados doce alzamientos principales, corren otros cien menores o mas localizados, así como numerosos tratados, o “paces”, que procuraban poner término a un drama ya largo de dos siglos y medio.

En lo que nos empece como Chile republicano, a contar de 1818, el pueblo mapuche ocupaba en soberanía, de mar a cordillera, el acotado territorio que corre entre el Laja y los tributarios mas australes del Toltén. Había participado con entusiasmo, combatiendo mayoritariamente por el Rey de España, en la guerra de la Independencia, que históricamente definimos como “Campañas de 1813-14”, o Patria Vieja, y “Campañas de 1817-18”, o Patria Nueva.
Y sobre la marcha, sus lanzas se sumaron a la cruenta y salvaje “Guerra a Muerte” que ensangrentó el sur chileno hasta 1823 en una primera etapa. La joven república no fue capaz de emprender una labor de neutralización eficiente, y vemos al pueblo mapuche continuar su actividad bélica unido a los Pincheira y otras bandas, hasta que el general Manuel Bulnes, mediante una carnicería atroz, puso término a ese bandolerismo, y a los últimos coletazos de esa “Guerra a Muerte“, en las lagunas de Palanquén el verano de 1832.

Las profundas alteraciones que había significado al país la revolución ( o guerra civil, según Garfias) de 1829-30, que puso en Lircay fuera de combate al bando liberal o “pipiolo”, sumado al exigente compromiso de 1836-39 contra la confederación Perú Boliviana, implicaron dejar el sur entregado a sus habitantes originarios hasta terminado ese decenio.
Se estableció de hecho una “Frontera” intermedia, violada casi a diario por los “conas” como justificación guerrera y medio de vida. Y atropellada asimismo - mas sistemáticamente - por el colono chileno que intentaba, hacha en mano, posesionarse de sus riquezas.

La actuación del Ejército de Chile y sus “milicias” - cuerpos de paisanos puestos bajo bandera y alguna instrucción militar - mantuvo esa “Frontera” durante cuarenta años de guerra viva y real. Se resguardaba así el desarrollo de una vida civilizada - tal como la definimos hoy - al norte del Laja y del mundo mapuche.

Esa vida militar en la “Frontera”, plena de incidentes sangrientos, caracterizada por el rapto, el malón, la sorpresa, la emboscada y el golpe de mano sobre el ganado, en que la vida se jugaba a diario en el anonimato que implicaba la semi indiferencia del resto del país, formó soldados duros, astutos, sobrevivientes del rigor extremo, acostumbrados a la privación y al sacrificio.
Fue la dura escuela en que se templaron los jefes que, años mas tarde, nos permitirían enfrentar con éxito y vencer la artera trampa que nuestros vecinos del norte urdieran en 1873 y que vino a hacer crisis el recordado año 1879.
Intentaremos, en un próximo trabajo, recordar a algunos de esos militares, sus especiales dotes guerreras y sus éxitos.




Raúl Olmedo D.

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