José Miguel Huerta Molina |
Presentación libro: “En la huella de Huerta en Chile”
Queridos tíos abuelos y tías abuelas, queridos tíos,
primos, hermanas, hijos y sobrinos, querido papá.
Me siento muy
honrado que me hayan pedido presentar el libro “En la huella de Huerta en
Chile”.
Me siento
honrado porque narra la historia de mi abuelo, de mis bis y tátara abuelos, de
mis chornos y de otros muchos familiares, algunos tan antiguos, que su
denominación no aparece en el diccionario.
Me siento
honrado porque narra la historia de antepasados Huerta que han tenido una
participación trascendental en la historia de Chile.
Que han dejado
su huella en todos nosotros.
Pero me siento
especialmente honrado porque el libro que presento fue escrito por mi padre,
quien le ha puesto un enorme esfuerzo y dedicación, pero que lo que más le ha
puesto, es corazón y cariño.
Se ha escrito mucho
acerca de por qué debemos conocer la historia.
Porque el
pasado nos deja lecciones que ayudan a no repetir errores.
Porque la
historia es una lección de humildad.
Muchos hombres
y mujeres han creído que hacían lo mejor cuando en realidad deambulaban perdidos
en nubes de errores y prejuicios, que enorme daño causaron a la humanidad.
Debemos
conocer la historia, porque requerimos encontrar héroes que nos inspiren en nuestras
luchas del presente.
Cicerón decía
con sabiduría que “no saber lo que ha sucedido antes de nosotros, es como ser
incesantemente niños”.
Sin duda el
libro “En la huella de Huerta en Chile” cumple todas estas funciones de una
obra histórica y por eso tiene un valor intrínseco como documento de estudio.
Pero en esta
presentación estamos reunidos los Huerta, acompañados de varios de Huerta.
Y eso hace que
la obra de mi padre tenga un valor único para nosotros.
El libro “En
la huella de Huerta en Chile” narra las aventuras, las hazañas, las anécdotas y
también, algunos podrán pensar, ciertos errores que cometieron quienes llevamos
en nuestra sangre.
A través de la
lectura de esta obra, tenemos el privilegio que pocos tienen de recrear en
nuestra mente lo que vivieron antepasados que conocimos, que recordamos y que
extrañamos.
Y eso nos permite
tenerlos todavía muy cerca.
Tenemos el
privilegio de conocer y revivir a antepasados acerca de los cuales habíamos a
penas oído o que no sabíamos ni siquiera que existían, pero que dejaron su
huella en nuestro ser.
Gracias a esta
obra, los aquí presentes, nuestros hijos y los hijos de sus hijos podremos
enterarnos por ejemplo, que si no fuera porque hace más de 400 años un tal don
Diego decidió tomar el apellido de su madre en lugar del de su padre, ninguno
de nosotros tendría la suerte de tener el apellido Huerta … o de Huerta, en el
caso de algunos.
De no ser por
esa decisión de don Diego, probablemente tendríamos el apellido de Monforte, casi
idéntico al tristemente célebre de Simón de Monfort, principal responsable de la
matanza de los albigenses en el sur de Francia.
Gracias a esta
obra, podremos enterarnos que si no fuera por el espíritu aventurero de don
Diego de Huerta, quien se vino con lo puesto desde Pasarón de la Vera en
España, al entonces Reino de Chile, probablemente no tendríamos el privilegio
de vivir en este maravilloso país.
Podremos
enterarnos que las locuras más salvajes que hagamos, no son nada en comparación
con el salto desde 40 metros de altura que el mismo Diego de Huerta hizo hacia
el mar, huyendo de los mapuches en el sitio que hoy se llama Salto de Huerta.
Podremos
enterarnos que nuestro antepasado don Juan de Huerta fue uno de los más
destacados juristas de la historia colonial de Chile, quien tuvo a su cargo con
éxito los casos más complejos de su época, como por ejemplo, la investigación y
posterior acusación de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, conocida como La
Quintrala.
Podremos
contarle a nuestros hijos, nietos y bisnietos, con mapa en mano, que una isla
en el sur de Chile, se llama Isla Huerta, porque un miembro de nuestra familia,
don Ismael Huerta Lira, fue uno de los más destacados navegantes y cartógrafos
de nuestra historia.
Podremos
contarle a nuestros descendientes, que estamos profundamente unidos a una
ciudad llamada Victoria, que fue fundada por nuestro antepasado don Bernardo
Muñoz y fue gobernada o representada en el Congreso por don Sergio Huerta, por
don Manuel Huerta y por mi abuelo José Miguel Huerta.
Gracias, o por
culpa de esta obra, no tendremos más remedio que reconocer a nuestras hijas que
su antepasado don Manuel Huerta fue el único que se opuso en el Congreso al
voto de la mujer, decisión que el libro intenta justificar con esfuerzo, pero
con poco éxito, al menos respecto de mis niñas.
Gracias a obras
como está, todos nosotros y nuestros descendientes podremos saber que en los
momentos más difíciles de nuestra historia reciente, en que el odio y las
ideologías pesaban más que la razón, un Huerta, a quien le decían Malucho y que
se llamaba Ismael Huerta Díaz, dio un paso adelante y tuvo la valentía de
enfrentar cara a cara a un gobierno que llevaba a Chile al abismo del
comunismo, abismo del que otras naciones demoraron casi un siglo en salir.
Poder conocer
todas estas historias de nuestra familia es un exquisito privilegio.
Pero es
también una responsabilidad.
Hace casi 23
años mi padre me llevó a visitar al tío Ismael Huerta al Hospital Naval.
El tío Ismael
estaba entonces ya mayor y le quedaba poco tiempo. Yo en esa época estaba terminando mi servicio
militar en la armada y llevaba mi espada y mi uniforme de Guardia Marina.
Pese a que me
había visto pocas veces, nunca voy a olvidar la emoción que manifestó el tío
Ismael cuando me vio vestido con el uniforme de oficial de nuestra armada.
Nunca voy a
olvidar la fuerza con que me dijo que llevar ese uniforme y llamarse José
Miguel Huerta era una gran responsabilidad.
Las historias
de nuestros antepasados nos obligan a estar a la altura.
No todos
estamos llamados a ser hombres públicos ni a hacer grandes hazañas.
Pero nuestra historia
sí nos obliga a ser hoy y cada día ciudadanos correctos y tolerantes.
A ser hoy y
cada día personas justas, leales y valientes.
Nos obliga a
ser hombres y mujeres sencillos.
Nos obliga a
ser generosos.
Esa es la
huella de Huerta, ese es el legado que recibimos y que debemos dejar a nuestros
hijos.
Queridos tíos
abuelos y tías abuelas, queridos tíos, primos, hermanas, hijos y sobrinos, querido
papá, nos queda mucha historia por hacer, nos quedan muchas aventuras por contar.
Es nuestro deber
que cuando nuestra descendencia, decenas o cientos de años en el futuro
conozcan como fuimos, estén tan orgullosos como creo lo estamos todos nosotros
de como fueron nuestros antepasados.
Como dijo Antonio
Machado: hoy es siempre todavía.
Muchas
gracias.
José Miguel
Huerta Molina
5 de Mayo de
2018
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