Fundador de Victoria

Fundador de Victoria
Comandante Bernardo Muñoz Vargas

miércoles, 27 de octubre de 2010

VICTORIA Y LA FRONTERA


Miguel Huerta Marín/ Raúl Olmedo Droguett




La saga del Sargento Mayor Bernardo Muñoz Vargas

Al iniciarse el último cuarto del siglo XIX, la Frontera de Arauco era territorio propiamente bélico, el campo de un choque continuado entre dos mundos en conflicto.
El pueblo mapuche mantenía una guerra latente, que estallaba en cualquier momento mediante el ataque súbito y feroz a pueblos y propiedades agrícolas, con el consiguiente saqueo, muerte y depredación. A esto seguía la pronta vuelta de mano de las fuerzas chilenas, que enrojecían aún más esa tierra ya generosamente regada con sangre durante trescientos años. Era una guerra especial, diferente, en que la astucia y el golpe de mano jugaban un importante papel en el combate a un enemigo de gran movilidad y destreza combativa.
La continua actividad indígena obligaba al gobierno (los de Pérez, Errázuriz Zañartu, Pinto, Santa María, Balmaceda, Montt, Errázuriz Echaurren y Riesco, en ese período) a mantener tropas en constante alerta, y para ello, reforzando a las unidades “de línea”, se recurría a la Guardia Nacional.
Esta Guardia Nacional, creada por Diego Portales en la década del 30’, era una organización ciudadana que nació paralela y distinta al Ejército de Chile, aunque paulatinamente fue quedando bajo su control y autoridad. Consistía originalmente en la organización del paisanaje en escuadrones o batallones cívicos en cada localidad o ciudad, definidos como “cuerpos de asamblea”, que recibían instrucción disciplinaria, de formas militares y de manejo de armas por parte de oficiales profesionales del Ejército. La experiencia de la Guerra contra la Confederación Perú Boliviana – 1836-39 -, al iniciarse la cual el país no contaba con reservas aptas ni civiles con preparación militar, hizo aconsejable mantener esta Guardia Nacional como semillero de fuerzas bien disciplinadas y dispuestas para ser movilizadas en caso de conflicto.
Es justamente lo que ocurrió en 1879, al iniciarse la guerra que conocemos como “del Pacífico”, que nos enfrentó, nuevamente, al Perú y Bolivia. En esta segunda oportunidad, unidos por un pacto secreto de Alianza.
El Ejército fue puesto a punto y enviado al Norte de inmediato, y luego, los Cuerpos de Asamblea – vale decir, la civilidad de Provincias – fueron convocados para poner su gente bajo bandera, vestir en propiedad el uniforme de la Patria y marchar a la guerra. Los primeros cuerpos cívicos movilizados alcanzarían mas adelante, bien avanzado el conflicto y ya famosos, la categoría de unidades “de Línea” y su incorporación definitiva al Ejército. Así ocurrió con los regimientos “Santiago” (5°), “Chacabuco” (6°), y “Esmeralda” (7°). Otros lograrían justa fama en combate, honrando a sus respectivas ciudades y provincias de origen: el “Chillán”, el “Atacama”, el “Coquimbo”, el “Colchagua”, el “Aconcagua”, el “Talca”, el Curicó”, el “San Fernando”, el “Lontué”, el “Concepción”, el “Valdivia”, el “Quillota”, el “Melipilla” y muchos otros. Son las unidades de la Guardia Nacional que entregaron su esfuerzo y su vida en las resecas arenas del Norte y la Sierra peruana. Muchos de sus oficiales y clases permanecerían, después de terminada la guerra, vistiendo – en propiedad, como queda dicho – el uniforme del Ejército de Chile y desarrollando una carrera militar. Participando en la última acción de esa Guerra del Pacífico, cabe recordar a una sección de 37 hombres del “Victoria” que tuvo a su cargo el parque y compartió la Gloria de la sangrienta, cruenta y feroz jornada de Huamachuco.
Una parte no menor de esas unidades de la Guardia Nacional, aquellas más cercanas a la región de la Frontera, debió necesariamente permanecer en el Sur para mantener a raya a las tribus indígenas. Sumaban alrededor de 4.400 hombres, y se constituyeron en el Ejército del Sur, o la Frontera, pasando a prestar servicio como unidades del Ejército de Chile en esa destinación.
Bernardo Muñoz Vargas, el prócer destinado a fundar Victoria en 1881, había ingresado a la Guardia Nacional en la Brigada de Infantería Cívica de Malleco, como subteniente, el 23 de julio de 1874. Tenía entonces 29 años, y promovido prontamente a Teniente, asumió una segunda destinación en el Escuadrón Cívico de Antuco. El estallido de la guerra del Pacífico, en 1879, implicó su ascenso a capitán, su nombramiento como oficial movilizado del Ejército de Chile en ese grado y su traslado al Escuadrón de Carabineros de Angol, que quedó destinado, como asentáramos, a custodiar la Frontera. En junio del siguiente año (1880), con el grado de Sargento Mayor y el mando de un Escuadrón de su gente, lo vemos cumpliendo las misiones que lo ligan a la fundación de esta ciudad.
Escribió un cronista de la época, Gustave Verniory en su libro “Diez años en la Araucanía”, que cuando Bernardo Muñoz Vargas fundó el Fuerte Victoria, el 28 de marzo de 1881, tenía el grado que hemos citado: Sargento Mayor de Guardias Nacionales. Tal grado correspondía – aclara el cronista – al de Mayor belga, o Jefe de batallón francés (Hoy: mayor de Ejército)
Han llegado hasta nosotros relatos fidedignos acerca de la fundación de Victoria, y es clave recordar que ese nombre fue escogido como un homenaje al triunfo de las tropas chilenas en la guerra que comprometía entonces los destinos del país. Derrotando a los ejércitos de dos países en tres campañas y casi dos años de lucha, Chile había ocupado la orgullosa Lima en enero de ese mismo año 81’.
La Guerra del Pacífico culminaba en su parte militar más gloriosa en hechos de armas y objetivos estratégicos, aunque otros tres años de lucha cruenta en la Sierra peruana demorarían aún la firma de la paz. Y ello provocaba seria dificultades en el territorio de la Frontera Araucana – que en 1883 entraría en proceso de colonización – debido al traslado masivo de las tropas al frente de combate en el Norte. Las tribus que agrupaban a los primitivos dueños de la tierra, mapuches, pehuenches y lafquenches, observado esa disminución de las fuerzas chilenas, imaginaron – así lo estiman los expertos en el tema - que Chile estaba siendo derrotado en su guerra de “huincas” y optaron, en 1880, por hacer correr la flecha ensangrentada y convocar al que sería el décimo y último alzamiento mapuche en la Historia de Chile.
El personal de Guardias Nacionales movilizados en el Ejército del Sur, destinados a custodiar la paz y el territorio en esta encendida Frontera de Arauco, era conocido como los “Lleulles”, o “Lleuques”. De ese grupo humano escogido, duro y sufrido, formó parte el prócer Bernardo Muñoz Vargas desde el comienzo mismo del conflicto 1879-84.
El mando de todas las tropas de la Frontera lo asumió en 1880 el general Basilio Urrutia Vásquez, de larga y fructífera trayectoria en la zona. Por problemas de salud, debió delegar temporalmente el mando en distintos oficiales superiores y jefes que formaban a sus órdenes. Entre ellos, el coronel Gregorio Urrutia, quien fue incorporado a las tropas del Sur poco después de ocupada Lima en enero de 1881. Es así como a comienzos de marzo de ese año, el coronel Urrutia alcanzó a despachar una columna de sus tropas, por el lado de Chanco, al mando del Coronel graduado don Manuel Ruminot. Formaba parte de esa misión un escuadrón del batallón Angol de Caballería Movilizada, al mando de nuestro conocido Bernardo Muñoz Vargas. Su misión específica era batir algunas fuerzas enemigas, así como escoger y decidir sobre un lugar aparente sobre el río Traiguén que contara con ventajas militares para fundar allí un fuerte.
El día 28 de marzo de 1881 había reasumido su cargo como comandante en jefe el general Basilio Urrutia, y fue también la fecha en que le correspondió a Muñoz Vargas asumir la jefatura de la fuerza expedicionaria. La Orden del Día reza textualmente: Jefe para el día de hoy, don Bernardo Muñoz Vargas”. Y por esa circunstancia, Muñoz – entonces de 36 años – fue el encargado de escoger el lugar preciso en que se fundaría en fuerte Victoria, iniciando una aventura que lo inmortalizaría como fundador de esta plaza. Ese mismo día, una vez elegido el lugar, comenzaron los trabajos del reducto y del cuartel. Un bosque cercano, circundante al lugar, proporcionó las maderas necesarias para levantar el fuerte con su empalizada, y luego las torres, casas, cuartel, pesebreras y bodegas.
En ese momento histórico, nuestro personaje no sospechaba que permanecería en Victoria hasta mayo de 1884, ejerciendo como jefe de la guarnición y Gobernador por decisión del Gobierno. Ni que a futuro, una vez retirado del Ejército con el grado de Teniente Coronel, esta sería la tierra que lo acogería hasta su muerte. Ni menos que de sus descendientes surgirían ilustres servidores de Victoria, admiradores respetuosos de la célebre figura de su antepasado.

La actuación militar de Muñoz Vargas no comienza ni termina con la fundación de Victoria. Antes de ello, en 1880, un encuentro que debió sostener con un fuerte contingente mapuche en uno de los vados del río Traiguén ha llegado en relato hasta nosotros. En esa oportunidad, al mando de una sección del Escuadrón Carabineros de Angol, hubo de disputar la posesión del paso del río a un número considerablemente mayor de adversarios. Su parte oficial, conciso y parco, señala textualmente:
“Señor Gobernador Militar
He vuelto con la expedición. En el encuentro con los indios frente a Dunco les quité treinta y cuatro animales vacunos y ocho caballos. Por mi parte, tuve un soldado muerto y dos heridos. La caballada en estado de no poder continuar su marcha a esa. Dios guarde a Ud.
Bernardo Muñoz Varga. “

En el año 1882 tuvo activa participación en la ocupación de Villarrica, evento que es interesante recordar:
La expedición designada para ese objeto había partido desde Angol, la antigua Encol araucana, y constaba de 800 hombres. Ocupados en distintas misiones, sólo llegaron a Villarrica 300 infantes del Batallón Angol, al mando del coronel don Alejandro Larenas, y 70 jinetes del Escuadrón Carabineros de Angol, comandados por el Mayor Bernardo Muñoz Vargas. Las fuerzas se completaban con 25 artilleros dotados de dos piezas de montaña (65 mm) y una ametralladora, arma temible en su época.
La misión era ocupar íntegramente Villarrica, para lo cual era necesario lograr el asentimiento de los jefes indígenas. Par ello se había convenido previamente un “parlamento”.
No fue nada fácil el Parlamento de Villarrica, celebrado a partir de la madrugada del 31 de diciembre de 1882. La pampa de Putué vio cabalgar a más de 300 mocetones bien armados y montados, siguiendo a sus caciques Penchulef, de Putué, Aquinancu, y el poderoso Epulef, señor de Villarrica, notoriamente violento y agresivo.
Larenas debió hacer gala de gran habilidad diplomática, en este caso sólidamente respaldada por 300 Comblain de 11 mm. y las citadas piezas de artillería, más las carabinas 0.44 de los 70 jinetes de Angol. Logró, a la larga, convencer a los indígenas que “el señor Gobierno” solo buscaba el bienestar del pueblo mapuche, y el parlamento terminó en paz. Muñoz Vargas, como testigo presencial de este episodio, pudo transmitir todos sus curiosos detalles a su familia y descendencia mediante la tradición oral.

Hacia 1884, con Muñoz Vargas en el gobierno local por cuarto año consecutivo, Victoria llegaba a compararse ventajosamente con los pueblos y ciudades mas adelantados de Frontera. Su acción como líder local destaca visiblemente eficaz, pues se preocupó de fomentar el desenvolvimiento de la industria y la agricultura, y muy especialmente, el del comercio. Algunas obras públicas esenciales para el momento de despegue que vivía la joven ciudad fueron impulsadas con vigor. Sin contar con estudios de economía, Muñoz Vargas se demostró también virtuoso en esa área, abordando problemas locales de financiamiento sin recurrir a la ayuda crediticia del Estado, mediante la racionalización de los medios locales que tenía a mano. Con visión de futuro, apoyó resueltamente a las empresas que recién se iniciaban, dándoles el primer impulso para comenzar sus actividades productivas, entendiéndolas como imprescindibles para el futuro económico de la ciudad, el crecimiento del empleo, el flujo de circulante y la afluencia de capitales.
Los cargos públicos a que accedió fueron diversos: de Comandante Militar de la plaza pasó al de Inspector de Colonización para la región, actuando asimismo como Gobernador y Alcalde de Victoria.
Incursionó también con éxito en la empresa privada. Tenemos a la vista copia de su solicitud de fecha noviembre de 1886, dirigida a quien lo reemplazó como Gobernador, para instalar un molino hidráulico cuyo deslinde Norte sería el río Traiguén. Recibió una hectárea de terreno en concesión para llevar a cabo este exitoso proyecto, que mas adelante enajenó con buena utilidad. Actuó también como agricultor, industrial de la madera y comerciante, actividades todas que desarrolló con razonable éxito. Como gestor de la beneficencia local desarrollo también una obra notable. Pero en esta actividad puntual, el prócer quizo que su actuación se mantuviera en reserva, y es sólo por el testimonio de íntimos amigos que le sobrevivieron, que sus descendientes se enteraron, años mas tarde, de una inmensa labor solidaria para con sus vecinos victorienses, que mantuvo arcana y ajena a toda figuración.
En el Registro de Patentes de Victoria del año 1891 – al iniciarse la Guerra Civil que ensangrentaría a Chile – figura su nombre como propietario de máquinas aserradoras y una tienda comercial. En varias de estas actividades como empresario actuó asociado a su hermano, don Nicanor Muñoz Vargas, otro vecino ilustre de Victoria cuya destacada participación en las gestiones para dar a Victoria categoría de territorio municipal, lo hacen merecedor de nuestro reconocimiento.

Luego de una vida fructífera como empresario y servidor público, rodeado del cariño de sus vecinos, a las once y media de la lluviosa noche del 07 de mayo de 1909, el fundador de Victoria falleció en su domicilio de calle Chorrillos. Una bronquitis aguda logró abatir, a los 64 años, al roble en que la lanza araucana se estrellara inútilmente.
Su defunción rola inscrita en la página 110 del Libro de Defunciones del Registro Civil de la ciudad de Victoria, año de 1909, con el registro número 218. La inscripción fue solicitada por su hijo, Bernardo Muñoz Artigas, entonces de 26 años de edad. Este joven Químico Farmacéutico falleció años mas tarde baleado en plena plaza de Victoria, a manos del ofuscado hermano de una joven “de familia” perdidamente enamorada del joven Muñoz Artigas.
La esposa del comandante Bernardo Muñoz Vargas fue doña Julia Artigas y Vargas, nacida en 1850 e hija de don José Artigas y doña Catalina del Carmen Vargas y Pinochet. Sobre esta familia Vargas-Pinochet, también ligada a nuestra historia militar, volveremos enseguida.

El fallecimiento del fundador motivó al cronista Juan Julio Mansoulet a publicar en el Diario El Sur de Concepción un artículo necrológico con fecha 20 de julio de 1909. Destacaba en su opúsculo : “ La vigorosa y arrogante figura del bizarro sargento Mayor Bernardo Muñoz Vargas, recientemente fallecido en Victoria”…y comentaba “los imponentes funerales que el pueblo de Victoria, agradecido, hizo a su fundador y uno de sus benefactores mas brillantes..”terminando con estos conceptos : “ Cuan justo sería que al lado de aquellas culminantes figuras de patriotas, que moldeara el bronce o el mármol, encontrara sitio la del extinto Jefe Muñoz Vargas, quien por muchos y justificados títulos, es también acreedor al reconocimiento de los chilenos”.
Opinión que la comunidad victoriense compartió ampliamente, pues como mudo testigo de su diario acontecer, desde la Plaza de Armas de Victoria, el busto en bronce de Bernardo Muñoz Vargas es hoy prueba palpable de reconocimiento y afecto a su Hijo Favorito.

Ricardo Ferrando Keun, por su parte, en su obra “Y así nació la Frontera. Conquista, Ocupación, Pacificación. 1550-1900” menciona en varios pasajes a Bernardo Muñoz Vargas, aunque a diferencia del cronista Verniory, anteriormente citado, le asigna sólo el grado de capitán en el momento de la fundación del Fuerte Victoria. Establece también que los Carabineros de Angol, al mando de Muñoz Vargas, habrían salido de Collipulli hacia el vado del Traiguén en que se materializó la fundación, dato que no especifica Verniory.
Ferrando también transcribe a Horacio Lara, quien en su “Crónica de la Araucanía” editada en 1889, hace notar, aludiendo a la eficiente labor del fundador, que “Victoria es hoy uno de los mas florecientes pueblos de la Araucanía”. Y en páginas posteriores recuerda la actuación de Muñoz Vargas en la ocupación de Villarrica (1882).


No fue tarea fácil la de consolidar y pacificar el territorio nacional en estas latitudes. Cada pueblo y ciudad de nuestro Sur tiene su propia historia, a menudo manchada del sudor, teñida con la sangre y labrada con el sacrificio de varias generaciones. A nuestro antepasado le correspondió protagonizar la neutralización del último alzamiento indígena, la posterior colonización republicana y el desarrollo inicial de la ciudad de Victoria. Estamos ciertos de que son muchos aquellos coterráneos que podrían aportar la historia de sus propios antepasados en la heroica labor de materialización de esta tierra bendita que llamamos, con orgullo, “Sur de Chile”.


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Por su relación familiar con la familia de Bernardo Muñoz Vargas, hacemos oportuno referirnos a los hermanos Vargas Pinochet.

Don Juan Antonio Vargas y Pinochet era tío de doña Julia Artigas y Vargas, a quien ya presentamos como esposa de nuestro prócer. Este Vargas y Pinochet nació en Chillán en 1814, hijo de Juan Antonio Vargas y de Catalina Pinochet. En 1827 ingresó al Ejército como cadete del Batallón “Carampangue”, y resultó herido en el Combate de Chillán, ocurrido el 16 de septiembre de 1829, durante la revolución de 1829-30 que culminó en Lircay. Se batió también en esa batalla de Lircay (17.04.1830) a las órdenes del general Joaquín Prieto - vale decir, militando en el bando vencedor - y mas tarde participó en la guerra contra la Confederación Perú Boliviana. Combatió en la batalla de Portada de Guías en agosto de 1838, y en el combate de Piura el 30 de septiembre del mismo año. Luego, destinado a bordo de una de las naves de nuestra escuadra, estuvo en el combate Naval de Casma el 08 de enero de 1839.
Durante la Revolución de 1859 apoyó al gobierno constitucional de Manuel Montt T., y se batió en Cerro Grande como 2° comandante del batallón 7° de Línea. Fue herido de gravedad en esa acción, en su brazo y costado izquierdo del tórax, y en premio de su actuación fue promovido a Teniente Coronel. Con ese grado participó en la Guerra contra España de 1866-67, y luego en las constantes campañas de la Araucanía. Al estallar la Guerra del Pacífico fue nombrado organizador y primer Comandante del Batallón Cívico “Chillán”, y al mando de ese cuerpo combatió en la batalla de Tacna (mayo 26, 1880), donde fue desmontado y herido de bala. Estuvo a punto de caer prisionero junto a otros dos oficiales del “Esmeralda”, uno de ellos, Arístides Pinto Concha, hijo del Presidente de la República en funciones, Aníbal Pinto G., Todos fueron apenas salvados por el impetuoso avance de la 3ª División de Amunátegui. Convaleció largamente de su herida, y finalmente falleció en Tacna de sus complicaciones y una pulmonía el 24 de noviembre de 1880.

Su hermano menor, Rafael, formado también en las campañas de Arauco, asumió con el grado de mayor el mando del “Carabineros de Yungay N° 2” en 1880. Se batió en Tacna el 26 de mayo, y luego tuvo a su cargo la persecución inicial del enemigo en fuga. Días mas tarde, se destacó especialmente al capturar, en su avance hacia la plaza fuerte de Arica, al ingeniero peruano (Elmore) que había tenido a su cargo el diseño e instalación de los campos minados que defendían ese puerto. El historiador peruano Cástulo Martínez narra ese episodio en la siguiente forma :
“Salvo unos pocos casos aislados, las minas no explotaron debido a que un destacamento chileno logró apresar precisamente al ingeniero peruano que había instalado la compleja red de minas, y éste entregó a los jefes chilenos – probablemente bajo presión insoportable - un plano de la localización de los terrenos minados. De esta forma afortunada, la mayor parte de las minas dejaron de representar un peligro para los atacantes. El apresamiento y forzada colaboración del ingeniero peruano está bien documentado. Examinemos la evidencia.
Cuando el comandante Rafael Vargas Pinochet, al mando del escuadrón “Carabineros de Yungay N° 2” y del “Cazadores” intentó cruzar el río en Chacalluta, el estallido de dos minas hirieron a cuatro soldados. El comandante Vargas relata como logró atrapar a los causantes de la explosión: “Tomé a un paisano, al cual amenacé de muerte si no me indicaba […] quienes habían sido los autores. Este me dijo quienes eran. Despaché un piquete de tropa con la orden de traérmelos vivos o muertos. Mientras tanto, yo preparé ocho tiradores para fusilarlos en el acto y en el mismo sitio; media hora después me trajeron a dos jóvenes, un señor Elmore y otro Ureta. Elmore comprendió luego su situación, y me dijo que era ingeniero, que el había colocado esos torpedos y sabía el lugar donde estaban muchos más, por lo que desistí de fusilarlos”.

Rafael Vargas combatió el siguiente año, 1881, en las batallas de Chorrillos y Miraflores que permitieron la toma de Lima. Su regimiento de Carabineros, al mando de Manuel Bulnes hijo y con Vargas como 2°, tuvo el honor de efectuar cargas en esas dos acciones. Aquella de Chorrillos ha quedado en nuestra Historia Militar como una de las más brillantes de la caballería. Mas tarde, tuvo activa participación en las distintas expediciones que se implementaron durante la llamada Campaña de la Sierra.
Con el grado de Coronel, optó en 1891 por seguir el destino del Ejército de Chile y se mantuvo junto a Balmaceda, sufriendo la derrota y persecuciones a los vencidos que registra la Historia. Es autor del último y famoso mensaje de un jefe del Ejército al Presidente Balmaceda, en la tarde del 28 de agosto de 1891. Se había dado la batalla de La Placilla esa mañana, y Vargas telegrafía desde Quillota : 7. P.M. Acaba de llegar teniente de artillería que viene de Valparaíso, pidiendo tren para otros jefes que vienen de esa huyendo por haber sido derrotado nuestro ejército completamente. Generales Barboza y Alcérreca muertos. El señor Vicuña y Bañados Espinoza quedaban encerrados en la intendencia. El teniente vio a su salida que entraba el ejército de la oposición en Valparaíso. Dice el mismo oficial que nuestro ejército con muy poca voluntad para pelear al principio, y en lo más serio del combate principió a pasarse la mayor parte y a botar sus armas los restantes. Viendo que ya no nos queda papel que desempeñar aquí, nos retiramos a ésa. Vargas”.
Balmaceda, como sabemos, dimitió el mando esa misma noche y se asiló en la legación Argentina. Puso término a su vida veinte días mas tarde, en la legación argentina, durante la madrugada del 19 de septiembre de 1891.
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