Fundador de Victoria
martes, 9 de noviembre de 2010
GUERRA DE FRONTERA Y MUNDO MILITAR - UNO
RAÚL OLMEDO DROGUETT -Historiador Militar
Resultan en verdad cautivantes, tanto el personaje como la historia de vida que encontramos en Bernardo Muñoz Vargas.
La ciudad de Victoria lo reconoce y lo honra como su fundador, en 1881. Pero a nuestro juicio ese acto fundacional (del Fuerte Victoria, luego ciudad) constituye un episodio menor en su fecunda existencia.
El verdadero aporte de Bernardo Muñoz a Victoria se produjo a continuación y podemos decir que como consecuencia de esa fundación. Y lo aplicó liderando una maciza administración, que fue dotando al villorrio inicial de servicios públicos, de un trazado coherente que le permitió desarrollarse como ciudad, de edificios municipales y fiscales, de seguridad y hasta de medios de vida, al procurarle financiamiento aplicado en directa ayuda de pequeños empresarios emergentes. Vale decir, de las PYMES de esa época. No fue menor, y poco se menciona, su accionar como gestor de radicación, convenciendo con su grato carácter y personalidad carismática, a pequeños industriales, comerciantes y agricultores para que se avecindaran allí, y apostaran por el futuro éxito de la entonces pequeña localidad.
Soñar, primero, y luego planificar racionalmente para ir consolidando, paso a paso, todos aquellos logros en beneficio de la comunidad, es el resumen de la labor que imaginó y triunfó en plasmar, con enorme sacrificio, el “comandante” Muñoz.
Y luego, en calidad de simple vecino - al abandonar los cargos públicos en 1884 - continuó aportando a Victoria, durante muchos años, su esfuerzo de empresario y realizador, constituyéndose en el ejemplo de empuje creador, el pilar de la comunidad cuya imagen ha llegado hasta nosotros.
Es muy curioso que se alcen hoy - recién hoy - detractores de su condición de fundador. A meses de cumplirse 130 años de la fundación de Victoria, hay quienes sostienen que ese honor no le corresponde a Bernardo Muñoz V., puesto que sólo habría cumplido órdenes, en tal sentido, de su jefe, el entonces coronel Gregorio Urrutia V.
Aplicando similar criterio, tendríamos que decir que la responsabilidad última - y el honor consiguiente - debiera remitirse al Presidente de la República de entonces, don Aníbal Pinto Garmendia. El, y su Ministro de Guerra y Marina, idearon y cursaron las órdenes que se encontraba ejecutando Urrutia en la Frontera Araucana, en 1881, como parte de la neutralización del último alzamiento del pueblo mapuche en nuestra historia. Las instrucciones entregadas al coronel Urrutia, como sabemos, fueron precisas en cuanto a la estrategia general a aplicar en su campaña, así como su objetivo de “pacificación“, pero discrecionales en la táctica y procedimientos menores. Lo objetivo es que la fundación de fuertes en sitios aparentes y de conveniencia estratégica, para controlar militarmente la zona, destaca - parece innecesario decirlo - claramente dentro de la planificación gubernamental e instrucciones presidenciales a Urrutia.
Este, por su parte, utilizó el mismo criterio en las órdenes que impartió a sus subordinados. En el caso de Bernardo Muñoz, y otros jefes, fueron, en consecuencia, precisas en el movimiento militar general a ejecutar, y discrecionales sobre la forma y el tiempo oportuno de proceder. Es obvio, además, y de sentido común, que resultaba militarmente inevitable hacerlo así. Numerosas partidas de mapuches en armas amenazaban en esos momentos la vida de civiles y uniformados en la Frontera, y las fuerzas militares debían proceder con extrema cautela, acomodando su accionar a la contingencia diaria.
Muñoz, con el grado de sargento mayor de caballería a la sazón, y al mando de las fuerzas montadas que integraban la columna Ruminot, exploró el terreno, tomó - en un turno - el control militar del mismo en calidad de jefe, escogió y decidió el lugar - un vado conveniente sobre el Traiguén - y fundó el 28 de marzo de 1881 aquel fuerte destinado en breve plazo a ser villorrio, luego pueblo y mas tarde la ciudad de Victoria.
Así lo ha reconocido la historia, y - lo que es mas importante - la propia comunidad victoriense, que lo ha honrado erigiendo su busto en la plaza principal. Lo que aclara, para mi gusto, absolutamente la cuestión.
El caso es que esa Guerra de Frontera, y la participación que en ella cupo al Mundo Militar, conforman una serie de episodios notables de nuestra historia, que en parte se mantienen obscuros por carencia de datos.
Las brillantes páginas de la Guerra de Arauco que conocemos a partir de los primeros choques de las fuerzas de Pedro de Valdivia con el mundo mapuche, y los numerosos, sangrientos episodios que jalonaron ese conflicto durante la Colonia, pasan a hacerse arcanos y confusos durante nuestra historia como república. O al menos, a partir del momento en que el gobierno de Prieto (1831-41) y los de los mandatarios que le sucedieron, se vieron confrontados con esa guerra latente que desgastaba y corroía los escasos recursos de la joven república. Mismos que, opacados por nuestras dos guerras exteriores del período y las dos convulsionantes, cruentas revoluciones de 1851 y 1859, recibieron escasa atención de la prensa e historiadores.
Varias generaciones de militares vivieron y entregaron sus vidas en esa misión interminable, premunidos de un armamento siempre arcaico en relación a los medios bélicos europeos y norteamericanos de la época, contando con medios de vida escasos, sueldos risibles, y aún así, formando con su entrega total una escuela rigurosa, altamente disciplinada, a cuyos miembros recurrió Chile en sus grandes compromisos de 1836-39 y 1879-84.
En líneas gruesas, tres son los momentos, o capítulos de esa presencia militar en la Frontera Araucana - durante la república - que nos interesa examinar. Contando para ello, esperamos, con la paciencia de los lectores de este blog.
* El primero de ellos se refiere a los años duros, de gestación de esa sacrificada y dura escuela, que corren entre 1841 y 1871, fecha esta última del gran alzamiento mapuche que fue la antesala de aquel de 1880-81, gatillante a su turno de la campaña final de “pacificación“.
* El segundo, a la demostración militar de lo exitoso de su experiencia en cuanto a escuela de vida, mediante un triunfo memorable contra la Alianza Perú Boliviana en la llamada hoy “Guerra del Pacífico”, así como en el adecuado resguardo de la línea de Frontera Araucana durante ese conflicto.
* Y el tercero, a las distintas opciones que esos victoriosos militares tomaron en la crisis de 1891, así como del triste, lamentable destino de una gran parte de ellos durante la Guerra Civil y los años posteriores.
Contando con el beneplácito del creador de este sitio, procederé próximamente a comentar tales momentos o capítulos, mediante una monografía separada en distintas entregas.
Noviembre de 2010
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2 comentarios:
Excelente artículo
Curiosa polémica la del fundador de Victoria.
Muñoz Vargas ha sido considerado como tal por más de 100 años y ahora un profesor normalista jubilado se quiere hacer famoso a cuenta del fundador.
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